Serrat,filosofia y letras
Peralada, con su castillo de origen medieval y su distinguida clientela, ha intimidado a más de un artista, pero a Serrat le inspira familiaridad y estimula su gusto por la confidencia y la reflexión. Así fue el lunes en la puesta en escena de 100 X 100 Serrat, un mano a mano con Ricard Miralles rico en monólogos, situado a medio camino del formato de piano bar y el storyteller anglosajón.
PERALADA
Serrat tenía una noche filosófica y, tras abrir la sesión con Cançó de bressol, evocó al sabio Heráclito. «Nadie se baña dos veces en el mismo río, porque las aguas no son las mismas, ni lo es el hombre. Pero, ¡cómo nos gusta bañarnos de nuevo en las aguas del río en el que fuimos felices! Por eso me gusta Peralada», aseguró. Auditorio a rebosar, noche templada y una mesita con una botella de cava en una cubitera y dos copas. Serrat llevó una de ellas a Miralles. «Es su medicina».
VIEJAS Y NUEVAS CANCIONES / La selección del repertorio incluyó algunas estrofas maduras de Mô, su último disco, aún inédito cuando 100 X 100 Serrat se presentó en sociedad, hace cuatro años. Sonaron El teu àngel de la guarda, Plou al cor, Cremant núvols y Si hagués nascut dona. Antes de cantar esta última, recordó, en tono irónico, cómo su infancia resultó traumatizada por el deseo de su madre de haber tenido una niña. Estas cosas dejan poso. Pasan los años y queda un rastro de resentimiento. «La dedico a las mujeres malas y a las buenas, que también las hay», disparó Serrat. Protestas en la platea.
A su derecha, Miralles libraba su guerra particular con el pentagrama y el teclado. Como siempre, sus digitaciones constituyeron un recital paralelo, de una creatividad abrumadora en ciertos momentos, porque competían con el hilo melódico principal y no ponían las cosas fáciles a Serrat para entrar a tiempo y mantener el control de la canción. Pero la comunicación entre ambos se intuye íntima, y funcionó con fluidez en piezas como Los fantasmas del Roxy, Seria fantàstic y Me’n vaig a peu. Miralles se permitió intervenir como corista en el estribillo de La mala racha.
Pasado el ecuador, la densidad de clásicos fue a más: Cançó de matinada y Mediterráneo; las citas a Antonio Machado (Cantares) y Miguel Hernández (Para la libertad). Todo, fundido con nuevas conclusiones metafísicas del artista. «Como dice un proverbio oriental, vive cada día como si fuera el último. Algún día acertarás», comunicó antes de su remozada Fa vint anys que dic que fa vint anys que tinc vint anys. «La canción más amortizada de mi repertorio», reconoció.
Mientras llega ese tránsito a la última morada, que siga la música, como en el Titanic: Pare, Hoy puede ser un gran día y unes Paraules d’amor redentoras, entonadas por el público de Peralada. La adolescencia, el eterno refugio.
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