Serrat hoy
Joan Manuel Serrat, Cantautor
–Hace más de treinta años realizó una selección de poemas de Miguel Hernández con un criterio. ¿Cuál fue entonces y cuál es el que le ha movido a hacerlo ahora?
–La verdad es que yo no he hecho una selección, ni entonces la hice ni ahora, de su poesía, es decir, yo tomo unos poemas que a mi entender están muy cercanos a lo que puede ser el texto de una canción y en ellos me muevo, no hay ninguna pretensión de juicio de valores. No es ‘lo mejor de…’, es sencillamente lo que a mi entender me ha parecido mejor de todo lo que he trabajado. No he escogido trece poemas y les he puesto música, sino que he trabajado sobre muchísimos más y he escogido lo que pueden ser trece bellas canciones, y estoy convencido de que lo son. Si no tuviera ese convencimiento no me hubiera metido en este berenjenal. La ilusión de poder conmemorar con este disco el centenario del nacimiento del poeta ha hecho mucho en este sentido porque me siento deudor de Hernández y me siento en la obligación de trabajar para difundir la obra de uno de los poetas fundamentales de la poesía española y no sólo del siglo XX.
–¿Todavía quedan muchos versos del poeta a los que poner música?
–Eso depende que cada uno. Hay gente que se atrevería a ponerle música hasta a un recetario médico. Cada quien hace lo que sabe hacer y de la mejor manera. ¿Cuánto hay todavía? Pues no lo sé. ¿Qué se puede hacer? Lo ignoro. Para saberlo no hay otra posibilidad que acudir al castigo del señor que es el trabajo, apoyar los codos en la mesa y leer, releer, ver qué se puede hacer y hacerlo con mucha ilusión y mucha paciencia, porque aunque la obra de Hernández es corta en años es muy profunda en tiempo.
–Lo curioso es que sigue estando vigente y llega a públicos de todas las edades. ¿Es más fácil que la poesía llegue a la gente a través de la música? Probablemente sin ella, sus versos no serían tan conocidos.
–No quisiera yo contribuir a este equívoco. Yo creo que la poesía de Miguel Hernández está en sus versos. Sus versos están de alguna forma en las canciones que los cantan, pero hay que tener en cuenta que el músico, el cantor los canta de una manera muy subjetiva. Para comprobarlo no hay nada mejor que escuchar las diferentes versiones que pueden tener algunos de sus poemas. Lo que sigue ahí y es inalterable es la poesía. El poeta está en el aire, en la música, pero está en el poema por encima de todo. Si he podido contribuir a difundir su poesía es fantástico, pero creo que he contribuido poco, porque sigue siendo un poeta profundamente desconocido. Y no es un punto de vista, es una certeza.
–El próximo año se cumple el centenario de su nacimiento y, como sabe, no hay un entendimiento entre la familia y las instituciones para organizar los actos.
–Hay que procurar que todo vaya bien por el bien de su poesía que es lo que le importaría a él. Le preocuparía más el bien de la poesía que su bien personal.
–¿Hay algún poeta actual al que le gustaría musicar?
–Sí, Miguel Hernández. De Alguna manera soy muy promiscuo poéticamente hablando, pero en estos momentos mi fidelidad está en este trabajo. Este nuevo proyecto no nació de una actitud reflexiva, me dejé llevar por algo que me ha funcionado muy bien toda mi vida, que ha sido el instinto. Empecé a trabajar en ello cuando quince días antes ni se me había pasado por la cabeza hacerlo. Mi idea era seguir en un trabajo de canciones propias que tengo a medias, pero se me cruzó esta historia y mi sangre aragonesa hizo el resto.
–Hay muchas formas de luchar contra lo establecido y él tuvo su particular protesta. ¿Cuál cree que son los vehículos que un artista puede utilizar hoy en día para protestar?
–Hernández lo primero que hizo en su vida fue buscar en él mismo siempre y aprender de todo lo que caía en sus manos, fue un hombre muy poco dogmático, él a medida que aprendía, que descubría, iba mudando sin que nada le detuviera. Él se incorpora de una manera limpia y valiente a los descubrimientos que la vida le va ofreciendo, es fantástico. Es un camino complicado y duro, exige una gran honradez, pero no asegura un final feliz. Yo tengo hoy el doble de la edad que tenía Hernández cuando murió y con eso no quiero desmarcarme, porque los planteamientos no tienen que ser distintos. Creo que el papel fundamental del artista pasa por hacer lo que uno cree que debe hacer, por no tratar de ser otro, sino crecer en uno mismo. Volviendo a Hernández, él nunca pierde su referencia, su tierra, el agua, el amor, el sol, jamás abandona sus fundamentos. Para él, el oficio de ser poeta es algo fundamental, es un destino en la vida al que mantiene absoluta fidelidad.
–¿Cómo ve el mundo Joan Manuel Serrat? Pero el mundo sin música, el real, donde hay crisis, una nueva gripe, corrupción, guerras…?
–Yo no vivo en un mundo ajeno a la cotidianidad, vivo en él y no tengo ningún deseo de alejarme, ni de mirarlo desde otro punto de vista que no sea estando en él. Tengo suerte de poder hacerlo en una situación de estabilidad emocional, de poder hacerlo con un oficio que amo y con una gran complicidad. Pero lo afronto con la preocupación de quien ve que el hombre es torpe y muy manejable, y que cada vez que socialmente somos capaces de avanzar algo lo podemos perder en cualquier momento por la falta de voluntad para defenderlo. A veces dejamos en manos de otros soluciones a problemas que son nuestros, que tenemos que resolver nosotros, y si hay otros que deben actuar para hacerlo hay que exigirles responsabilidad en este sentido, pero exigir quiere decir también estar ahí.
–Hemos hablado de Miguel Hernández, un poeta al que mató la guerra, y tenemos otro que está de actualidad porque van a exhumar sus restos, García Lorca.
–Bueno, a Hernández no le mató la guerra, le dejaron morir atrozmente, fue un crimen perpetrado y coordinado. Yo la memoria histórica la veo absolutamente necesaria. Perder la memoria es perder la posibilidad de afrontar el futuro. El pasado es el libro en el cual tenemos escritos los mecanismos para poder mejorar nuestro presente y prevenir nuestro futuro. Cerrar los ojos a la memoria es cerrar los ojos al futuro. Otra cosa es que la familia de Lorca no quiera que desentierren los restos, pero creo que lo que no quieren es que se convierta en un espectáculo de Dónde estás corazón.
–¿La piratería es el gran enemigo de la música en la actualidad o es la falta de creatividad?
–El mayor enemigo que tiene la música son los malos músicos, y luego hay muchas historias que la pueden perjudicar. Pero la piratería no es un enemigo de la música, es un enemigo de todo aquel que hace un trabajo y pretende ganarse la vida con él. Hubiera podido tener solución si hace años la industria que podía prever que iba a ocurrir esto hubiera trabajado con más humildad y menos prepotencia y hubiera reconducido en origen un tinglado que ahora es muy difícil de controlar. Existe una cierta normalidad que es muy difícil quitar a la gente de la cabeza. No se puede exigir a la gente un comportamiento de gran honestidad en un mundo tan poco honesto. Se tenía que haber hecho cuando las condiciones eran más favorables para hacerlo. Es una cuestión de intereses. A veces uno se avergüenza cuando ve a alguien enarbolando la bandera de la justicia cuando uno lo que enarbola es la bandera de sus intereses propios.
–Hablando de honestidad, ¿alguna vez se ha visto tentado por la política?
–Como en todo, hay políticos honestos y deshonestos, no creo que la política genere nada diferente a otra dedicación. Lo que ocurre es que, como la mujer del César, aparte de ser honesta debe parecerlo. Pero yo creo que la política la hacemos todos, cada gesto es política. Y luego hay algunos que se dedican a ello, los que han sido elegidos por los ciudadanos. A esos hay que exigirles lo que tienen que hacer para que sepan que son eventuales. Pero a mí, desde luego, no me apetece entrar en ese mundo.
–Un mundo con el caso Gürtel, con los trajes del presidente de la Generalitat, Francisco Camps, dando vueltas…
–Yo eso de los trajes lo veo cutre, muy cutre. Creo que esto debería resolverse de una forma rápida y que todos deberían colaborar para terminar con esta historia lo antes posible, sobre todo por una cuestión de higiene pública.
–¿Ve a España más unida o más separada que nunca? Ahora hay muchas rencillas con el tema del Estatut, la financiación…
–España debe recorrer un camino para llegar donde pretenda llegar, que no se sabe muy bien dónde es. No podemos pretender que las cosas se produzcan por decreto, sólo se alcanzan por la voluntad de la gente y la voluntad de la gente ha de ser una historia de entendimiento, debe trabajar en ese camino. Sin ponerse en la piel del que está delante difícilmente se avanza, porque cualquier camino pasa por el respeto y solamente el respeto al pensamiento ajeno, al otro, nos puede llevar a una situación justa y pacífica.
–¿Le asusta el futuro o le asustaba más el pasado?
–El pasado no me asusta, como no me asustan los muertos. Me asusta lo que desconozco, lo que no sé cómo resolver. De momento vamos a preocuparnos por el mundo que tenemos hoy y probablemente así mejoraremos el que dejaremos a nuestros nietos.
–No sé si prefiere no hablar de ello, pero ¿qué aprendió después de atravesar una experiencia tan dura como el cáncer?
–No tengo problema. Aprendí que el fundamento para afrontar una situación de ese tipo pasa por la aceptación, por saber que eso es así y que a partir de ahí hay que plantarle cara. Lo importante no es lo que te ocurre sino la manera con la que afrontas lo que te ocurre. Ahora me encuentro muy bien, dentro de mis posibilidades.
–¿Cómo le gustaría que hablasen de Serrat en el futuro?
–Yo creo que el futuro se ocupará de colocar todo en su sitio. Mi opinión respecto a esto carece de importancia porque el futuro ya me colocará en el sitio que me tenga que colocar. No me importa nada en absoluto. Yo sé lo que piensan de mí mis hijos, mi familia y la gente que amo, más o menos tengo esa parte de mi vida muy satisfecha, que es la que me importa. Además, el oficio me trata bien, hago lo que me gusta hacer. La gente comparte y es cómplice de lo que yo hago desde hace muchos años. Pues ya está… Lo único que quiero es que, sea cual sea el futuro, esté lejos, que me dé tiempo. Necesito tiempo para hacer muchas cosas que aún tengo por hacer. El tiempo, ese aliado y enemigo a la vez.
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