miércoles, 24 de enero de 2007

Bessie nos regala un cuento


EDMONTOSAURITO Y EDMONTONIA



La famillia Edmontosauria esperaba ansiosamente la llegada de siete Edmontosauritos; habian sido muchos días y noches de una larga espera y la familia completa se aprontaba para celebrar con mucho júbilo en una gran fiesta. Finalmente, en una calurosa tarde, se escuchó el tan anhelado ruido de seis cascarones rompiendo para dar paso a seis hermosas criaturitas. Sus padres los recibieron con mucho amor y decidieron seguir esperando al pequeño rezagado. Mientras la madre Edmontosauria se preparaba a descansar junto a sus seis pequeñitos, el padre fue en busca de más alimento para su familia porque olió que con tanto calor y humedad en el aire, se preparaba una gran tormenta.

En medio del silencio de la tarde, sólo las arañas y las libélulas gigantes oyeron el alegre saludo de Edmontosaurito al romper el cascarón; en vista que su familia seguía durmiendo, se fue en busca de su padre, siguiendo sus huellas. Pero la tormenta ya se avecinaba y el viento no le permitía caminar y muy pronto se dió cuenta que las huellas se borraban con los tremendos goterones que caían. Con mucho temor y nerviosismo buscó refugio bajo un hongo gigante que encontró a la vera del camino. Al poco rato comenzó a sentir sed, hambre, frío y también una terrible angustia cuando de pronto escuchó los pasos de un animal grande que se acercaba; pensando que era su padre, Edmontosaurito asomó su cabecitaa cuando para su sorpresa, se encontró con una enorme Edmontonia que lo miraba con unos enormes ojos y le preguntó:

-¿Qué haces tú aquí?

A lo cual él contestó con mucha tristeza: -Estoy perdido y no se cuál es el camino a casa.

Con mucha ternura, Edmontonia lo puso sobre su cabeza y amarró, con largas hierbas (colas de caballo) el hongo a modo de paraguas. Ahora el viento soplaba con una ira implacable y enormes granizos comenzaron a caer. Con un poco de aprensión, Edmontonia emprendió el camino hacia la casa de Edmontosaurito. Por muchas generaciones solo odios, celos y recelos habían existido entre estas dos comunidades de dinosaurios, pero sentía que era su deber ayudar al pequeñito.

A todo esto, el padre Edmontosaurio había llegado a casa por un atajo y ya se había enterado de la desaparición de su pequeño. Toda la familia había salido a buscarlo sin poder encontrarlo. De pronto el abuelo Edmontosaurio gritó: -¡Miren quien viene aquí a causarnos más problemas!

Todos se sorprendieron de ver a Edmontonia en terreno de Edmontosaurios y fue la abuela quien hablo con mucha ira:

-Edmontonia, regresa por donde viniste porque este es un momento de mucho dolor para nuestra familia, nuestro pequeño Edmontosaurio ha desaparecido!

Muy humildemente, Edmontonia respondió:

-Yo no vengo a traer más tristezas, yo sólo les traigo alegría.

A todo esto las Edmontosaurias más jovenes se estaban mofando del hongo sobre la cabeza de Edmontonia y fue una prima que se rió muy burlona

-¿Alegría, con qué? ¿Con un hongo sobre tu cabeza?

Todos rompieron en grandes carcajadas pero Edmontonia sólo respondió:

-Correcto.

Un gran silencio se produjo; se miraron unos a otros sin comprender qué quería decirles cuando de repente, por debajo del hongo se asomó la cabecita de Edmontosaurito y dijo muy feliz: -¡Hola, Mami!

Una enorme alegria los envolvió a todos. Se olvidaron los enojos; le pidieron mil perdones a Edmontonia por haberse mofado de ella y su atavío y por haber desconfiado de sus buenas intenciones. La invitaron a quedarse esa noche en su cueva porque afuera la tormenta aún no arreciaba y como todos ya estaban muy cansados y somnolientos, se fueron a descansar.

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