domingo, 17 de mayo de 2009

Juan Lauro nos regala... Adios a Benedetti

Adiós a Benedetti, el poeta del amor y de la vida

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Murió Mario Benedetti. Aunque, quizás, quien murió anoche realmente en Montevideo era Martín Santomé. Porque, por encima del poeta de "El sur también existe" -otro "letrista" de Serrat-, este Benedetti no era sólo el poeta, quien falleció era también el novelista, el creador de esa maravillosa obra que, de por sí misma, justifica su presencia constante en la Historia de la Literatura Hispanoamericana. ¡"La tregua" una novela de 1960!

Martín Santomé, el protagonista de esa novela, arrebatado por el amor a pocos días de su jublilación, era cantado por su amada, Laura Avellaneda, con versos que Benedetti habrá recordado en su último suspiro: "Usted Martín Santomé no sabe / cuánto he luchado por seguir viviendo / cómo he querido vivir para vivirlo / pero debo ser floja incitadora de vida / porque me estoy muriendo Santomé".

Murió Santomé, murió Benedetti. Falleció este domingo en su domicilio a los 88 años de edad, a once días de haber recibido el alta médica en el hospital Impasa, a las afueras de la capital uruguaya, por una enfermedad intestinal crónica. Un autodidáctica, un combatiente de las letras en favor del compromiso y la ética social, un melancólico amante de la vida perseguido por una larga agonía.

Un poeta masivamente leído

"Todos traemos desde nuestra infancia / uno o dos versos que son como un lema / y los guardamos en nuestra memoria / como una reserva que nos hace bien". Son versos de el poemario que deja incompleto el poeta uruguayo, provisionalmente titulado "Biografía para encontrarme". Y todos, o casi todos, traemos unos versos de Benedetti guardados en nuestra memoria.

Porque Benedetti (Montevideo, 1920) era, es, un poeta popular, "un señor que quiso hacer siempre una poesía al ras del ciudadano", según le define el poeta y novelista Benjamín Prado. Sí, un poeta "que te mete los poemas en el buzón de casa o te los echa debajo de la puerta", poemas que han cantado a la vida, al amor y a la libertad con desaforada belleza.

Poemas. Quizás demasiado poemas, que a Benedetti le sobraron, porque pecó, sobre todo en el último tramo de su vida, de excesiva e irregular producción, que sumaba más de ochenta poemarios. Pese a ello, también firmó versos hermosos, frescos, tremendos y vitales. Mario Benedetti es un autor imprescindible, un "mito discretísimo", como Hortensia Campanella titula, precisamente, la biografía recién publicada del poeta uruguayo.

Serrat: "Nos ha ayudado a encontrarnos"

Joan Manuel Serrat dijo apenas unos días: "Recordar la figura de Mario, su altura de poeta y su consistencia humana, nos hace mejores, nos ayuda a entender de dónde venimos, a encontrar nuestro lugar y enciende luces en el camino que se nos abre. Yo doy fe de todo esto y, si es preciso, me parto la cara con aquel que diga lo contrario".

No hace falta. "Es una figura reconocida mundialmente, admirado y querido por multitudes pero muy modesto, lo cual en parte tiene que ver con la idiosincrasia de los uruguayos", según Campanella. Un escritor que se sentía, ante todo, poeta, porque sentía fervientemente que "la poesía es el género de la sinceridad última e irreversible".

Todo el mapa de la poesía en español admite "su generosidad, su modestia y su discreción, además de su coherencia vital y su reticencia a dejar invadir su propia intimidad", como afirma Campanella. Quizás esa coherencia le hizo enroscarse hasta última hora en su cobijo de resistente comunista -y de fidelidad castrista-, impulso ideológico que perfiló elocuentemente su obra, inseparable por tanto de sus versos.

Muy querido y admirado

Otro biógrafo, Mario Paoletti, autor de "Benedetti, el aguafiestas", describía la pasión que el poeta levantaba a su paso: "Cada mañana Mario Benedetti sale a la calle en Montevideo (en Buenos Aires y en México también, pero un poco menos) sabiendo que no podrá caminar muchos metros antes de que alguien le pida un autógrafo, o le dé un abrazo, o necesite contarle que sus libros fueron el único conjuro en las horas más negras de la dictadura, o le alcance a su niño, quizás de pecho, para que con un beso lo preserve de todo mal".

Paoletti le ha definido, enmarcado más bien, certeramente: "No hay nadie, en el mundo de la literatura en español, que sea tan respetado por la gente -y tan admirado por los jóvenes, que asisten masivamente a sus recitales- y, a la vez, tan maltratado por cierta crítica. Lo cierto es que año tras año, desde hace muchos, los libros de poesía de M.B. se venden como el pan caliente en Latinoamérica y en España, mientras esa misma crítica se queja con amargura, en encuentros y congresos, de que corren tiempos flacos para la lírica".

El periodismo, los ensayos literarios y políticos, la novela, los cuentos y el teatro son los géneros cultivados por el autor de libros como "Gracias por el fuego" (1974): "He alternado los distintos géneros de forma simultánea, aunque la poesía ha sido el más importante para mí", admitía casi siempre, consciente de que sus versos se habían abierto un hueco en el corazón de los lectores.

Seguido por los jóvenes

Para Campanella, quizás lo más destacable de él es que ?es muy notable que las generaciones jóvenes lo sientan tan cercano?. Quizás como un abuelo que enseñaba, ante todo, a vivir y a amar. Poco amigo de premios, poco querido por los jurados, sin embargo, poco a poco, consiguió sumar los más importantes, como el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana o el José Martí.

Benedetti vivió exiliado en Argentina, Perú, Cuba y Madrid durante la dictadura militar uruguaya (1973-1985), aunque en la capital de España ha estado viviendo intermitentemente hasta hace poco más de un año, en el que quizás, ya lo sabía, volvió para morir.


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Benedetti, mito de la literatura en busca de la utopía y el compromiso social


Efe | 18/05/2009


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El escritor uruguayo Mario Benedetti deja tras de sí una rica obra, en la que sus más de 80 novelas, ensayos, cuentos y poemarios muestran el compromiso social y la coherencia de alguien que creyó "en la vida y en el amor, en la ética y en todas esas cosas tan fuera de moda".

"Él siempre dijo que se sentía más poeta que otra cosa", señaló la biógrafa del escritor, Hortensia Campanella, cuando presentó hace unos meses el libro "Mario Benedetti. Un mito discretísimo", con el que trazó la trayectoria de uno de los mitos de la literatura hispanoamericana del siglo XX y quizá la conciencia poética de todo un continente.

Esa poesía se convirtió en el único báculo para afrontar sus últimos años, tras la muerte en 2006 de su esposa, Luz López, su compañera desde hacía más de seis décadas y su mejor crítico.

La de Benedetti ha sido "una vida que ha ido persiguiendo la utopía y que por eso mismo ha encontrado en la poesía su mejor expresión, o por lo menos, la más querida, la más auténtica", señala Campanella.

Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Pedro Guerra, Rosa León, Juan Diego o Nacha Guevara son solo algunos de los cantautores que han puesto música a los versos de Benedetti.

La poesía, decía Benedetti, es "un altillo de almas", un "tragaluz para la utopía" y "un drenaje de la vida/ que enseña a no temer a la muerte".

Vida más allá de la poesía

Fue también el martillo que le permitió forjar una carrera literaria compaginada con las profesiones más diversas: currante en un taller de automóviles, taquígrafo, cajero, vendedor, contable, funcionario público, traductor y periodista, antes de dedicarse a lo que más quería.

"Cuando tengo una preocupación, un dolor o un amor tengo la suerte de poder transformarlo en poesía", afirmaba.

Títulos como aquel primerizo "La víspera indeleble", sus "Poemas de la oficina", el oriental y tan uruguayo "Rincón de Haikus", los grandiosos tres "Inventarios" o las "Canciones del que no canta" se vieron coronados el año pasado con su último poemario, "Testigo de uno mismo".

Este libro vino a ser "un poco el resumen de una carrera poética extraordinaria", con todos los grandes temas de la poesía universal desbordando sus páginas, como dijo la novelista Sylvia Lago.

Anticipando el adiós

Además, en esta obra presentía ya el final de sus días, sin tapujos, a la vez que insistía en la soledad sin su amada Luz y con un mundo reducido: "Acontece la noche y estoy solo/ cargo conmigo mismo a duras penas/ al buen amor se lo llevó la muerte/ y no sé para quién seguir viviendo".

La poesía dejó también mucho espacio para la prosa en la obra de Benedetti y así su principal novela, "La tregua", es uno de los faros de la literatura del continente, con más de 140 ediciones en 20 idiomas desde su publicación en 1960.

También dedicó tiempo a los cuentos, en los que "cada palabra tiene valor por sí misma" y, sobre todo, "tienen que ver con los sentimientos", como explicó en 1998 en un Taller de Literatura de la Casa de América de Madrid.

El cuento "es el género más gratificante, tanto para el autor como para el lector", pues "desde tiempo inmemorial a las personas les gusta que les cuentes cosas, y a algunos nos gusta contarlas", decía el autor de "Geografía", "La vecina orilla" o "Montevideanos".

Tanto la prosa como la poesía de Benedetti fueron reconocidas con amplitud y así lo corroboraron galardones como el Premio Reino Sofía de Poesía Iberoamericana (1999), el Iberoamericano José Martí (2001) y el Menéndez Pelayo (2005).

En su última aparición pública, en diciembre de 2007, Benedetti fue condecorado con la Orden Francisco Miranda por el presidente venezolano, Hugo Chávez, en la Universidad de la República del Uruguay, aclamado por los cientos de estudiantes que reconocían en el poeta a su bardo nacional.

Chávez reconoció al autor de "Gracias por el fuego" como un icono de la izquierda latinoamericana, por ese compromiso social que reflejó en su vida, con su exilio durante la dictadura uruguaya en Argentina, Cuba y España, y, sobre todo, en su obra.

"La conciencia es la única religión", llegó a decir este crítico de la "gran hipocresía que rige toda la vida política" y de la globalización, a la que llamó "una dictadura indiscriminada, que cada vez conduce más al suicidio de la humanidad".

En declaraciones a Efe en junio de 2002, Benedetti explicaba que si bien "los poetas no tienen capacidad de influir sobre los Gobiernos", sí "llegan al ciudadano de a pie, y a veces sirven para esclarecer una duda, para dar una tímida respuesta a una pregunta que tiene alguien".

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